James Maynard

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16 de enero, 2019 – 4 min read

En 1963, Estados Unidos y la Unión Soviética estaban enfrascados en una carrera espacial, ya que cada nación intentaba dominar la región por encima de la Tierra. Impulsadas por la Guerra Fría y por el famoso discurso de Kennedy sobre la Luna de 1962, ambas superpotencias pusieron sus mejores mentes en el empeño de colocar seres humanos en la Luna. La carrera la ganó Estados Unidos cuando Neil Armstrong y Buzz Aldrin caminaron por la superficie lunar en julio de 1969. Mientras tanto, en Francia, el tercer programa espacial civil del mundo puso sus ojos en otra viajera espacial: una gata.

Félicette era una gata de esmoquin callejera, que vivía en las calles de París (o eso dice la historia más popular sobre ella) cuando fue adoptada por el gobierno francés para unirse a un equipo de 14 gatos que estaban siendo entrenados para un viaje al espacio. Estos aspirantes a astronautas felinos fueron sometidos a cirugía para implantarles electrodos en el cerebro y a pruebas que incluían cámaras de compresión y centrifugadoras. Félicette fue elegida para la misión, al menos en parte, por su carácter tranquilo.

«Su participación en la carrera espacial no fue ciertamente voluntaria, pero supuso un enorme hito para Francia, que acababa de crear la tercera agencia espacial civil del mundo (después de Estados Unidos y la Unión Soviética). La misión de Félicette contribuyó a que Francia entrara en la carrera espacial», escribió Hanneke Weitering en un artículo para Space.com.

Una foto de Félicette y un cohete de sondeo Veronique AGI, similar al utilizado para lanzarla en su misión de 1963.
Imágenes compartidas bajo uso justo (Félicette) y dominio público (cohete).

Lanzada en un vuelo suborbital a bordo de un cohete de sondeo Veronique AGI el 18 de octubre de 1963, Félicette experimentó fuerzas de aceleración de hasta 9,5 veces la atracción de la gravedad en la Tierra. Alcanzó una altitud de 157 kilómetros (más de 97 millas) sobre la Tierra, donde la intrépida viajera experimentó cinco minutos de ingravidez. Hasta la fecha, sigue siendo la única gata que ha experimentado un entorno sin gravedad. Menos de 15 minutos después, regresó a la Tierra en paracaídas.

Félicette fue sacrificada tres meses después de su histórico vuelo, para que los investigadores pudieran examinar su cerebro.

«Sin las pruebas con animales en los primeros días del programa espacial humano, los programas soviético y estadounidense podrían haber sufrido grandes pérdidas de vidas humanas. Estos animales prestaron un servicio a sus respectivos países que ningún humano podría o habría realizado. Dieron sus vidas y/o su servicio en nombre del avance tecnológico, allanando el camino para las numerosas incursiones de la humanidad en el espacio», explicaba la NASA en una página web que conmemora las contribuciones de los animales a los programas espaciales del mundo.

Félicette en su portaaviones, antes del lanzamiento. Imagen: CNES.

Félicette ha sido conmemorada en sellos de correos de todo el mundo, aunque muchos de estos sellos la acreditaban incorrectamente como un gato macho llamado Félix. Una historia popular decía que Félix iba a ser el primer gato en el espacio, pero se escapó el día antes del lanzamiento. Sin embargo, Félix nunca existió, y la historia puede ser un ejemplo de sexismo que se abre paso en el mundo de los gatos.

En 2017, se inició una campaña de crowdfunding para construir un monumento en París en su honor. Esa campaña cumplió su objetivo, reuniendo más de 43.000 euros (casi 50.000 dólares) en donaciones. La estatua, que será construida por Gill Parker, tendrá la imagen de Félicette encima de un cohete.

Una de las razones por las que Félicette puede no ser tan conocida como Laika, la primera perra en el espacio, o Ham, el chimpancé, puede deberse a los electrodos colocados en su cabeza. Esto hizo que las imágenes de Félicette resultaran molestas para algunas personas, lo que redujo el número de periódicos dispuestos a publicar su historia en el momento de su lanzamiento.

Félicette, relajándose con la tripulación de su misión. Imagen: Deefaze (CC).

Un segundo felino fue lanzado hacia el espacio el 24 de octubre de 1963, pero ese cohete falló en el despegue, provocando la pérdida de su peluda tripulación.

La NASA y otras agencias espaciales ya no envían animales al espacio, en parte porque se considera cruel, y en parte porque las nuevas tecnologías hacen innecesario el uso de animales para probar los efectos del espacio. Sin embargo, a medida que los seres humanos empiecen a poblar el sistema solar -desde el puesto de avanzada lunar que China pretende construir en la Luna con una impresora 3D hasta el millón de personas que Elon Musk pretende poner en Marte-, querremos llevar con nosotros a nuestros compañeros animales. Mientras poblamos otros mundos, junto con nuestros compañeros felinos, recordemos siempre a Félicette: la gata que llegó primero.

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