Abstract
Un importante impedimento para la producción de proteínas recombinantes en Escherichia coli es su tendencia a acumularse en forma de agregados insolubles y biológicamente inactivos conocidos como cuerpos de inclusión. Aunque a veces es posible convertir el material agregado en proteína nativa y biológicamente activa, se trata de una empresa que requiere mucho tiempo, trabajo, costes e incertidumbre (1). En consecuencia, se han empleado muchos trucos en un esfuerzo por evitar la formación de cuerpos de inclusión (2). Un enfoque que resulta muy prometedor es el de explotar la capacidad innata de ciertas proteínas para aumentar la solubilidad de sus compañeros de fusión. Aunque en un principio se pensó que prácticamente cualquier proteína altamente soluble podría funcionar como agente solubilizador general, esto no ha resultado ser así. En una comparación directa con la glutatión S-transferasa (GST) y la tiorredoxina, la proteína de unión a la maltosa (MBP) fue decididamente superior a la hora de solubilizar una colección diversa de proteínas pasajeras propensas a la agregación (3). Además, algunas de estas proteínas fueron capaces de plegarse en sus conformaciones biológicamente activas cuando se fusionaron con la MBP. No está del todo claro por qué la MBP es un agente solubilizador tan espectacular, pero hay algunas pruebas que sugieren que puede ser capaz de funcionar como una chaperona molecular general en el contexto de una proteína de fusión, secuestrando temporalmente los intermedios de plegado propensos a la agregación de sus socios de fusión e impidiendo su auto asociación (3, 4, 5, 6).