Todd Endris era un surfista de 24 años en California, que tomaba las olas de la bahía de Monterey con un amigo, Brian Simpson. Los dos habían visto una manada de delfines juguetones en el agua, deleitándose con sus travesuras. Endris se detuvo para descansar, sentado en su tabla a unas 75 yardas (o unos 69 metros) de la orilla. De repente, fue golpeado violentamente desde abajo y lanzado 15 pies en el aire, sólo para aterrizar en el agua. Mientras volvía a subir frenéticamente a su tabla, el Gran Blanco cerró sus gigantescas mandíbulas sobre él, clavándole sus dientes aserrados en la espalda.
El tiburón entonces sujetó su pierna y arrastró repetidamente a Todd bajo el agua, a pesar de que éste lo golpeaba en el hocico y la cara con su pierna libre y su puño. Su amigo y otros surfistas a su alrededor empezaron a entrar en pánico y a intentar salir del agua, a pesar de las llamadas de auxilio de Endris. El tiburón lo sacudió en una violenta muestra de su poderío. Entonces, seis delfines iniciaron una defensa. Saltaron fuera del agua en torno a Endris, creando olas blancas. Rodearon a la víctima, golpeando sus aletas mientras el agua se volvía roja con su sangre.
Entonces, saltaron justo encima de él, creando un espectáculo, que obviamente tuvo el efecto deseado en el Gran Blanco, ya que pronto soltó la pierna de Todd. Los delfines se colocaron entonces entre el tiburón y el surfista. Los surfistas de los alrededores aprovecharon esta oportunidad para ayudar a Todd a volver a su tabla y a la orilla, donde se pudo ver la magnitud de sus terribles heridas. Su columna vertebral y sus órganos estaban expuestos y su pierna sangraba mucho. Sorprendentemente, Todd sobrevivió a pesar de que el tiburón no le alcanzó la aorta por sólo dos milímetros, perdió la mitad del volumen de sangre de su cuerpo y necesitó más de 500 puntos de sutura y 200 grapas.
Todd Endris había estado nadando en una de las zonas que constituyen el Triángulo Rojo, conocido por su abundancia de tiburones. Además, en esta zona hay muchos leones marinos y focas; una de las comidas favoritas del gran tiburón blanco. Este aumento de la población de depredadores y presas incrementa las posibilidades de ataque.
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