Desde que empecé a incorporar más libros ilustrados en mi clase este último año escolar, me di cuenta de lo mucho que facilitaba la enseñanza del concepto del mensaje central o de una historia (tema). Como ya habíamos leído y discutido tantas lecciones diferentes (temas) de todos los libros ilustrados que habíamos estado leyendo, hizo que los niños reconocieran fácilmente cuál era el tema y cómo expresarlo. Año tras año, me encuentro con el problema de que los niños declaran el tema como algo que ocurrió en la historia. Por ejemplo, un posible tema del cuento La princesa de la bolsa de papel, de Robert Munsch, es no juzgar a alguien por su aspecto, pero los alumnos decían algo parecido a «¡El príncipe no quería a la princesa porque estaba sucia!». No entendían cómo plantear el tema como algo que pudiera aplicarse a otras situaciones. Los libros ilustrados cambian las reglas del juego

Ahora bien, casi todos estos libros ilustrados están por debajo del nivel de grado, por lo que son excelentes textos para introducir el tema y luego para la práctica individual. Utilizo textos más complejos una vez que hemos entrado en la lección, pero los libros de imágenes son la introducción perfecta.

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