Cuando era niño, me encantaba «¡Eh, Arnold!». El programa es fantástico, y el aire de blues de la serie siempre lo hizo destacar. Todo, desde la introducción hasta los créditos finales, era especial, y la serie siempre tenía más cosas buenas que malas. Siempre hubo más corazón que relleno.
Siempre hubo dos episodios individuales, especiales y nostálgicos que había olvidado hasta que compré la serie completa en una caja, hace un par de años: el episodio de Navidad sobre Arnold y uno de los miembros del consejo de administración de su casa (que recomiendo ENCARECIDAMENTE, si quieres una cosa increíble de Navidad para ver), y este segmento de poco más de diez minutos llamado «El tren embrujado».
Me encanta la sensación de leyenda urbana que tiene este episodio.
Me encanta la atmósfera que tiene (que, de nuevo, «¡Hey, Arnold!» siempre hizo bien).
La animación es un poco torcida, y por eso no le he dado una puntuación perfecta, pero el episodio es legendario para el terror infantil.
También es una emoción muy efímera que no estoy del todo convencido de que un adulto que no lo hubiera visto de niño sentiría lo mismo que yo.
El episodio se estrenó el día antes de que yo cumpliera dos años, y desde entonces se me ha quedado grabado como un episodio aterrador. Voy a cumplir 24 años en menos de dos semanas, y no puedo creer que esto me siga afectando de manera similar, veintidós años después. Ahora también me afecta de formas nuevas. Me encanta el episodio. Creo que todos los niños deberían poder verlo, por los padres que crecieron con la eeriencia que tenía este episodio. Creo que sus hijos les agradecerán, algún día, cosas como ésta. Este es, de nuevo, uno de los mejores episodios que «¡Hey, Arnold!» ha tenido jamás, y punto.
Incluso la canción de blues de los créditos finales sobre el loco ingeniero del tren es espeluznante y hermosa. Me recuerda a lo que siempre sentí en el episodio de «The Grim Adventures Of Billy And Mandy», cuando el extraterrestre de los meteoritos aterriza y canta una canción sobre comer los cerebros de los vecinos.
El estilo artístico de «¡Hey, Arnold!» siempre me ha sorprendido, pero el final de este episodio es visualmente hipnotizante. No puedo superarlo, después de volver a verlo ahora.
Qué época tan maravillosa fue la de los 90. Echo de menos los viejos Nicktoons como este.

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