En la política estadounidense, la década de 1980 fue la de Ronald Reagan. Su visión de la nación y su programa conservador marcaron la suerte económica y política de Estados Unidos a lo largo de la década e incluso en la siguiente. Reagan y su administración tuvieron una profunda influencia en la forma en que los estadounidenses pensaban en sí mismos y en el mundo en general.

Desde el principio de su mandato, Reagan dirigió la política exterior según la creencia de que el comunismo era el enemigo y cualquier enemigo del comunismo era amigo de Estados Unidos. Poco importaba a Reagan o a los miembros de su administración si los grupos o gobiernos que apoyaban eran poco honorables. Mientras lucharan contra el comunismo, la administración Reagan les proporcionaba el dinero y las armas para hacerlo.

Reagan trató de proteger el país y destruir el comunismo al mismo tiempo aumentando el poderío del ejército estadounidense. Ordenó más de un billón de dólares en nuevos gastos de defensa y propuso el desarrollo de un escudo de defensa alrededor del país, basado tanto en la tierra como en el espacio, que destruiría cualquier misil nuclear lanzado contra Estados Unidos. Reagan y su administración creían que el escudo permitiría a la nación tomar represalias ante un ataque nuclear y ganar una guerra nuclear. El funcionamiento exacto del escudo espacial no estaba claro. Muchos expertos creían que la ciencia detrás del plan era imposible. Otros creían que el plan era simplemente ciencia ficción.

La realización del escudo de defensa, extremadamente caro y técnico, resultó innecesaria cuando Mijaíl Gorbachov subió al poder en la Unión Soviética en 1985. Las tensiones políticas entre Estados Unidos y la Unión Soviética empezaron a aliviarse y se hicieron verdaderos progresos en el control de armas. Algunos historiadores políticos creen que la acumulación militar de Estados Unidos y el posible escudo de defensa obligaron a Gorbachov a actuar, pero otros afirman que Gorbachov era un nuevo tipo de líder soviético que tenía visión y deseo de cambiar su país para mejor. Su voluntad de recortar la ayuda soviética a los países del Tercer Mundo y su retirada de las tropas soviéticas de Europa del Este marcaron el comienzo de una importante transformación en la política mundial. A finales de la década, casi todos los gobiernos comunistas de Europa del Este se derrumbaron y fueron sustituidos por un nuevo gobierno elegido democráticamente.

Defensor de los ricos y poderosos, Reagan quería introducir en el país un nuevo programa económico que recompensara a los que estaban en la cima de la escala económica. Los críticos acusaron a su programa económico de quitarle a los pobres para enriquecer a los ricos y de que la nación que imaginaba dejaba fuera a las minorías, a los desfavorecidos y a los discapacitados. Reagan y sus partidarios respondieron que los incentivos económicos a los ricos se «filtrarían» al resto de Estados Unidos, enriqueciendo a todo el mundo.

El programa económico de Reagan nunca llegó a funcionar como estaba previsto. Las leyes de reforma fiscal aprobadas por el Congreso de Estados Unidos redujeron sustancialmente los tipos del impuesto sobre la renta de los individuos y las empresas, pero la economía no creció lo suficientemente rápido como para compensar esa pérdida de ingresos. Debido principalmente a los importantes aumentos del gasto militar, el déficit federal creció enormemente a finales de la década. Reagan podía atribuirse el mérito de haber fortalecido la economía, pero el enorme déficit empañó sus logros económicos.

Reagan, que tenía casi setenta años cuando tomó posesión del cargo en enero de 1981, era el hombre de mayor edad que había ejercido como jefe del ejecutivo. A lo largo de su presidencia, fueron frecuentes las bromas sobre su tendencia a quedarse dormido durante las reuniones del gabinete y su aparente ignorancia sobre las medidas que su administración tomaba en su nombre. Las risas cesaron a finales de 1986, cuando surgió la noticia del escándalo Irán-Contra. La nación se enteró de que miembros de su administración habían estado vendiendo ilegalmente armas a Irán a cambio de la liberación de estadounidenses retenidos como rehenes por radicales islámicos en Oriente Medio. El escándalo se agravó cuando se reveló que los beneficios de la venta de armas se habían desviado para ayudar a los rebeldes que luchaban contra el gobierno comunista de Nicaragua, una acción que el Congreso estadounidense había prohibido específicamente. El escándalo empañó la imagen de Reagan y minó gravemente la eficacia de su administración al final de su segundo mandato.

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