Me sorprendió lo flexible que se sentía mi cuerpo en la piscina y lo fácil que era entrar en un estado de meditación.
Desde que tomé mi primera clase de Bikram hace unos años, me considero una fanática del yoga. Así que cuando oí hablar de la nueva tendencia -practicar las posturas tradicionales en una piscina- me quedé intrigada.
He leído que el aqua yoga es más fácil para las articulaciones (gracias al efecto de flotación) pero más desafiante a la hora de mantener el equilibrio, debido al movimiento del agua. Para alimentar mi curiosidad, me apunté a una clase en Asphalt Green, en Nueva York.
Desde el momento en que me metí en la piscina (que tenía la temperatura de un agradable baño caliente) me sentí instantáneamente más tranquila. La instructora, Blythe Knapp, comenzó guiándonos a través de ejercicios de respiración y una variación del Saludo al Sol en la parte poco profunda. A partir de ahí pasamos a posturas básicas como la vaca-gato y las posturas del guerrero. Algunas fueron modificadas para que no tuviéramos que poner la cabeza bajo el agua, y a veces Knapp nos hizo usar la pared de la piscina para apoyarnos.
No fue muy diferente de una clase de yoga normal, excepto que me sentí más flexible en el agua. Me di cuenta de que era capaz de sumergirme más profundamente en el Guerrero II que antes. Knapp señaló que uno de los beneficios del aqua yoga es que tu cuerpo está más relajado en la piscina, lo que significa que puedes conseguir un mejor estiramiento en cada postura.
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Cuando pasamos a la postura del árbol, me di cuenta de que lo que había leído era cierto: el equilibrio en el agua era definitivamente más difícil que en tierra firme.
Me sentía frustrada cuando llegamos a la postura del Palo de Equilibrio (en la que se dobla la cintura y se forma una «T» con el cuerpo, una pierna extendida por detrás y los brazos por delante de la cabeza) y la Bailarina (en la que se levanta una pierna por detrás y se sujeta el pie con la mano del mismo lado, con el torso erguido)
Estaba empezando a dominar estas dos posturas en mi clase de yoga caliente. Pero hacerlas en la piscina era una historia completamente diferente. La ligera corriente (de la bomba de la piscina) y las suaves olas (de los movimientos de mis compañeros) obligaron a mis músculos a trabajar más duro de lo normal para evitar que me cayera.
Luego vino la versión de Savasana del yoga acuático, y fue tan relajante como el resto de la clase fue desafiante. Knapp nos animó a flotar sobre fideos de piscina (puse uno bajo mi cuello y otro bajo mis rodillas) y a dejar que nuestras cabezas descansaran con las orejas bajo la superficie. Todo lo que podía oír eran los sonidos amortiguados del agua en movimiento.
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Nunca me ha sido fácil entrar en un estado de meditación. Pero flotar y concentrarme en esos sonidos naturales me ayudó mucho. Cuando terminó Savasana, me sentí más tranquila y renovada que en mucho tiempo.
Después de la clase, me acerqué a Knapp para preguntarle sobre la dificultad que había tenido con el Balancing Stick y la Dancer. Me aseguró que mi experiencia era normal, y dijo que mucha gente practica el aqua yoga con el único propósito de mejorar su equilibrio: «Creo que el aqua yoga es el entrenamiento de equilibrio más increíble que existe ahora mismo», dijo. «En el agua hay un movimiento constante pero cambiante que desencadena las reacciones reflejas del cuerpo».
Knapp también señaló que el aqua yoga es especialmente bueno para las personas con lesiones, ya que reduce la fuerza de gravedad y, por tanto, el estrés del cuerpo. Además, señaló, no te caerás ni te harás daño en la piscina, lo que la convierte en un lugar ideal para probar posturas difíciles y desarrollar tu práctica.
En cuanto a mí, la próxima vez que necesite relajarme de verdad, planeo encontrar una piscina caliente donde pueda hacer algunas posturas y luego flotar un rato en un par de fideos.
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