Hardy Hill, «El yugo fácil.» Vista de la exposición en Hannah Hoffman, Los Ángeles, 2020. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, «The Easy Yoke». Vista de la exposición en Hannah Hoffman, Los Ángeles, 2020. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, «El yugo fácil». Vista de la exposición en Hannah Hoffman, Los Ángeles, 2020. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, Figura con los ojos cerrados, 2020. Litografía de placa única sobre papel de trapo de algodón. 17,25 x 13,75 in. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, 3 Figuras en Triángulo (1 con cuchillo, 2 sin), 2020. Grabado único en punta seca, chine-collé y litografía en plancha sobre papel de trapo de algodón. 13,75 x 17,25 in. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, Sin título (teatro 2), 2020. Grabado único en punta seca, chine-collé y litografía en plancha sobre papel de trapo de algodón. 13,75 x 17,25 in. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Hardy Hill, Figure on Camera, 2020. Grabado único en punta seca y chine-collé sobre papel de trapo de algodón. 13,75 x 17,25 in. Cortesía del artista; Hannah Hoffman, Los Ángeles; Marc Selwyn Fine Art, Beverly Hills.
Las cinco obras que se exponen en la primera muestra de Hardy Hill en Los Ángeles palpitan con una febrilidad extraña, fortaleza, familiaridad y terror fresco. Son claras, esquemáticas y engañosas. Hill comienza cada imagen con un lenguaje, una frase demótica (por ejemplo, «dos figuras caminan cogidas del brazo, es imposible decir cuál de ellas está herida» o «figuras dispuestas con miedo, entra un tercero…») que intenta articular una relación interna y no lo consigue, o lo consigue, indebidamente. A partir de estas frases desarrolla sus dibujos; como una araña que lanza un hilo de gas, Hill pasa de la particularidad del lenguaje a la particularidad de la imagen, sin utilizar referencias visuales -ni modelos ni fotografías- que le ayuden en su transferencia. A partir de estos dibujos, Hardy produce grabados utilizando placas de cobre (intaglio) o piedras litográficas, a menudo combinando ambos métodos en una misma obra. El procedimiento en juego no es el de la reproducción, sino el de la traducción, en el que cada transmisión introduce nuevos solecismos de significado e identidad. Las obras se crean de la nada, de la nada, y son terriblemente singulares. Al igual que la oración pasa de la página a la palabra y al espíritu, cada dibujo pasa a través de sí mismo y más allá de él. Me gustaría decir preliminarmente que estos dibujos tienen que ver con la especificidad de la no-identidad y el vacío de la objetualidad, pero sé que me equivocaré al alejarme de lo que son. Bataille nos dice que «el mundo es puramente paródico, es decir, que cada cosa vista es la parodia de otra, o es la misma cosa bajo una forma engañosa». Lacan avanza, y luego se retrae, la idea de que el inconsciente es un lenguaje, que la metáfora y la metonimia son las estructuras de todo pensamiento. Lo cual no es sólo decir que, aunque las obras expuestas se nos presenten en el hábito de lo visual, su andamiaje y naturaleza primarios son lingüísticos; es también proponer que lo que la práctica de Hill traiciona más fundamentalmente es que todas las formas, los conceptos y las cosas en sí mismas se constituyen a lo largo de un eje interno de discordia.
Al ampliar una frase como «3 figuras en triángulo (1 con cuchillo, 2 sin él)» en un dibujo, el método de Hill no consiste en especificar un hombre concreto del conjunto infinito de todos los hombres, sino que revela que el «hombre» es algo no indeterminado, sino en esencia indeterminado, incómodo. Las figuras que aparecen en las escenas no cumplen roles arquetípicos o alegóricos, se niegan a convertirse en representantes de algo que no sea ellos mismos, con los que tampoco se identifican plenamente. Pero estas figuras son rescatadas de la exaltada vacuidad de lo simbólico, o antisimbólico, por su obstinada ipseidad, su confusión y ansiedad, los errores en su formación de la genitalidad requerida. Se encuentran en una pérfida deshabituación constreñida y apuntalada por la infraestructura doméstica, escenificada de manera informal: una cama sin hacer, una cámara de cine amartillada como una serpiente, un zócalo más allá de una cortina corrida, las vigas en blanco de un techo abovedado, un enchufe. Todo esto quiere decir que los dibujos no sólo no son nunca lo que parecen, sino que tampoco son nunca lo que son: una dehiscencia conceptual entre lo que una cosa es y lo que dice que es.
El título de la muestra procede de Mateo 11:28: «Venid a mí todos los que estáis fatigados y cargados, y yo os haré descansar. Tomad mi yugo sobre vosotros… y encontraréis descanso para vuestras almas. Porque mi yugo es fácil, y mi carga es ligera». Un yugo es un dispositivo para unir un par de animales de tiro. Un yugo realiza la misma tarea que la metáfora o la metonimia, creando una conjunción, una sintonía, a través de partes disímiles, un salto hecho para revelar una unidad esencial o una correspondencia que de otro modo quedaría oculta. El yugo de Hill, sin embargo, es esto: un lazo iterativo en el que ninguna expresión es definitiva y, sin embargo, nada se gasta.