No sé si la mayoría de ustedes recuerdan a Craig Jaret Hutchinson. Es el hombre canadiense de 42 años (y por hombre, quiero decir psicópata) de Clyde River, Nunavut, que agujereó un paquete entero de condones con la esperanza de dejar embarazada a su novia para que se viera obligada a seguir en una relación con él.
Hutchinson y su novia (que, por razones obvias, ha mantenido su nombre en secreto durante este largo y complicado juicio) comenzaron a salir en 2008 y cuando las cosas se pusieron difíciles, Hutchinson ejecutó su genial plan de sabotear los condones para que ella se quedara embarazada. Funcionó. Su novia se quedó embarazada y lucharon por la relación por el bien del niño no nacido, pero (gran sorpresa) finalmente se desmoronó. Cuando la pareja se separó, Hutchinson se derrumbó, llamó a su novia y admitió lo que había hecho con los preservativos porque temía que ella pudiera contraer una enfermedad de transmisión sexual de otra pareja si utilizaba los preservativos estropeados. La novia llamó a la policía y programó un aborto.
Hutchinson fue acusado y fue a juicio en 2009, pero el juez del Tribunal Supremo de Nueva Escocia lo declaró inocente de agresión sexual con agravantes.
Inocente de agresión sexual con agravantes.
Voy a parar aquí. Por definición, el asalto sexual agravado significa que la vida de la víctima fue puesta en riesgo. De alguna manera, un juez encontró que esto no era cierto. ¿Perdón? La mujer tuvo que abortar (lo que la dejó con una infección en el útero y dos semanas de «dolorosas complicaciones»). Tuvo que soportar las primeras etapas del embarazo sin consentimiento de su parte, además de tener que lidiar con el trauma emocional, mental y físico no sólo de este caso tan público, sino del aborto y la ruptura de la relación con este patético delincuente. Sí, no había una pistola apuntando a su cabeza. Sí, no había una cuerda de amordazar alrededor de su boca. Sí, el sexo real fue consentido, pero la ausencia de anticoncepción válida no lo fue. Entonces, ¿fue esto una agresión?
Cuando pensamos en la agresión sexual, tenemos esta imagen muy específica y limitante en nuestra mente: un extraño violando a una mujer en algún callejón oscuro, o un niño siendo molestado en la privacidad de su casa familiar. Sin embargo, la agresión sexual y la agresión sexual con agravantes tienen formas que van más allá de esta imagen arcaica e inspirada en Hollywood de un ataque.
Tras librarse de la acusación de agresión sexual con agravantes en 2009, Hutchinson fue a un segundo juicio en 2011 y fue, de nuevo, declarado inocente. Sin embargo, en una decisión publicada el jueves, el presidente del Tribunal Supremo, Michael MacDonald, dijo que «está claro que el sexo protegido era una característica esencial del acto sexual propuesto y un componente inseparable del consentimiento (de la mujer).» El tribunal acordó que Hutchinson cumpla una condena de 18 meses de cárcel.
Este caso es interesante porque el estereotipo suele ser el de una «mujer loca y desesperada» que hace un agujero en el preservativo para fecundarse a sí misma, por la razón que sea. Según esta pieza de periodismo contundente, objetiva y totalmente no sexista de la revista Shy las mujeres son unas psicópatas que agujerean los condones en cualquier oportunidad posible así que, tíos, llevad siempre vuestras propias bolsas de cúpula, ¿vale?
Es jodido que alguien, hombre o mujer, se meta con un condón para su propio beneficio personal. Y punto. Pero parece mucho más insensato infligir el embarazo a otro y no a uno mismo. ¿Estaba Hutchinson planeando llevar este embarazo a término y simplemente mantener esta mentira con esta mujer para el resto de su vida?
En resumen, Hutchinson: Lo siento por ti, patético, triste, cobarde, hombre. Diviértete en la cárcel. Tendrás suerte si puedes encontrar un condón allí.