La idea del apadrinamiento puede ser nueva para nosotros. Hemos pasado muchos años sin dirección, confiando sólo en el interés propio, sospechando de todos, sin confiar en nadie. Ahora que estamos aprendiendo a vivir en recuperación, descubrimos que necesitamos ayuda. Ya no podemos hacerlo solos; debemos correr el riesgo de confiar en otro ser humano. A menudo, la primera persona con la que nos arriesgamos es nuestro padrino, alguien a quien respetamos, con quien nos identificamos, alguien en quien tenemos razones para confiar.

A medida que nos abrimos a nuestro padrino, se desarrolla un vínculo entre nosotros. Revelamos nuestros secretos y desarrollamos la confianza en la discreción de nuestro padrino. Compartimos nuestras preocupaciones y aprendemos a valorar la experiencia de nuestro padrino. Compartimos nuestro dolor y recibimos empatía. Llegamos a conocernos, a respetarnos, a amarnos Cuanto más confiamos en nuestro padrino, más aprendemos a confiar en nosotros mismos.

La confianza nos ayuda a alejarnos de una vida de miedo, confusión, sospecha e indirecta. Al principio, parece arriesgado confiar en otro adicto. Pero esa confianza es el mismo principio que aplicamos en nuestra relación con un Poder Superior: arriesgada o no, nuestra experiencia nos dice que no podemos prescindir de ella. Y cuanto más nos arriesguemos a confiar en nuestro padrino, más abiertos nos sentiremos en nuestras vidas.

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