Las complicaciones en la cicatrización de heridas – junto con el aumento de la multirresistencia a los fármacos- constituyen una amenaza emergente para la morbilidad y la mortalidad de los pacientes, y plantean retos a los responsables de las enfermedades infecciosas y del cuidado contemporáneo de las heridas.1-4 El ritmo acelerado al que los microorganismos se están haciendo cada vez más resistentes a los agentes farmacoterapéuticos establecidos es asombroso, y los regímenes establecidos corren el riesgo de perder eficacia frente a los patógenos comunes.5 En última instancia, el aumento de la oposición patógena, la carga para la comunidad sanitaria y el bienestar de los pacientes podría ser insuperable.6,7 Aunque no suele ser fácil de cuantificar, un ejemplo destacado es el creciente coste del Staphylococcus aureus resistente a la meticilina (SARM), cuyo tratamiento sólo en Estados Unidos supera ampliamente los 34.000 millones de dólares cada año.5 Sin embargo, esto no se limita al capital financiero, ya que la mortalidad por SARM se ha atribuido al 75% de los casos de quemaduras en pacientes hospitalizados.6,8 Por lo tanto, se hace evidente la necesidad de considerar los tratamientos alternativos como posibles complementos de los regímenes farmacoterapéuticos contemporáneos. Aunque se han propuesto terapias complementarias como la acupuntura, el masaje y la relajación, éstas pueden resultar poco prácticas para la mayoría de los escenarios clínicos.3,9 Teniendo esto en cuenta, presentamos las opciones de tratamiento (y las pruebas que apoyan los cambios de paradigma) que sugieren una rápida adaptación a la práctica convencional con la mayor aplicabilidad para mejorar los resultados de los pacientes en el tratamiento de las heridas.9

Aceites esenciales

Los aceites esenciales se derivan de la destilación de hojas, cortezas o flores de ciertos materiales orgánicos que se cree que poseen propiedades antimicrobianas inherentes con un riesgo limitado de progresión en la resistencia microbiana emergente. 1,5,6,10-12 La bibliografía reciente respalda el uso de diversos aceites esenciales para disminuir la virulencia, en particular la resistencia a múltiples fármacos10, La promoción de las propiedades antimicrobianas y la mejora de la cicatrización de las heridas se ha relacionado con aquellos aceites con fenoles, alcoholes y cetonas terpénicas.4-6

Aunque se ha propuesto el uso de numerosos agentes como potenciales antimicrobianos, sólo unos pocos han sido estudiados de forma consistente en cuanto a su fiabilidad y mecanismo de acción.5,6,10 Sin embargo, los estudios que se han realizado han demostrado la destrucción de la membrana celular microbiana que conduce a la lisis y la expulsión de los iones celulares.9 Los agentes más comunes propuestos con propensión a la eficacia en la curación de heridas son el aloe vera, la equinácea, el tomillo, la menta, la mimosa, la canela, el árbol del té, el romero, el ginseng, la jojoba, el eucalipto, la hierba de limón, el ajo y el gingko.3,9,10

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Al igual que con los agentes farmacoterapéuticos existentes, la eficacia de un aceite esencial depende del organismo objetivo, su concentración y sus propiedades de dispersión.10 Por ejemplo, se sabe que los frutos de Foeniculum vulgare poseen propiedades antimicrobianas de amplio espectro -con actividad contra microbios tanto Gram-positivos como Gram-negativos- y propiedades antifúngicas, mientras que otros agentes han demostrado ser más selectivos cuando se utilizan de forma adecuada.10 Se sabe que los aceites de romero y de salvia romana sólo inhiben las bacterias Gram-positivas, mientras que el aceite de albahaca puede inhibir tanto las bacterias Gram-positivas como las Gram-negativas. Aunque las pruebas apoyan la eficacia del romero, la salvia sclarea y la albahaca contra el S aureus, el romero también se ha asociado con propiedades sinérgicas e inhibitorias contra el E faecalis cuando se añade a tratamientos dirigidos por antibiogramas (incluso cuando el organismo había demostrado ser resistente a agentes como la gentamicina y la ciprofloxacina).1

Es importante señalar que las vías de administración y la eficacia asociada dependen del agente que se examine, y lo que funciona para algunos aceites esenciales no se aplicará a todos los agentes y enfermedades que se consideren.

Vapor

Las terapias dirigidas al organismo pueden verse afectadas por la vía de exposición del aceite esencial. Como vapor, los aceites esenciales han revelado sistemáticamente una afinidad por algunos de los organismos más virulentos, como el SARM, pero también los enterococos resistentes a la vancomicina y el Clostridium difficile.12 Los estudios in vitro del vapor de aceites esenciales han revelado resultados prometedores en la reducción de numerosos patógenos «resistentes a los antibióticos y asociados a la atención sanitaria».12 La mayor parte del enfoque de esta investigación tiene como objetivo reducir la contaminación del aire durante los procedimientos y en los entornos en los que los patógenos transportados por el aire suponen un riesgo. Un estudio realizado por Doran et al informó de una reducción de las bacterias transportadas por el aire en un 89% cuando se utilizó vapor de aceites esenciales durante tan sólo 15 horas.12 Con perfiles de toxicidad establecidos limitados cuando se administran en forma de aerosol, los aceites esenciales presentan el mayor beneficio en áreas donde la descontaminación supone una carga significativa para el personal médico y de tratamiento. 12 El valor de la transmisión de vapores es, por tanto, el de la gestión profiláctica como medio de reducción de la enfermedad.

Tópica

Aunque el vapor es la vía más prevalente del aceite esencial, la terapia antimicrobiana tópica se considera un componente importante del cuidado de las heridas para prevenir su deterioro e infección.4,8 La piel desempeña un papel importante en la protección del entorno interno del cuerpo frente a los peligros externos, y cualquier intrusión o destrucción de esta barrera puede alterar las estructuras sistémicas esenciales del cuerpo y la función biomecánica.13

Las quemaduras producidas por el calor, los productos químicos, la electricidad, la luz solar y la radiación son sólo algunos ejemplos de traumatismos que pueden exponer al cuerpo a un compromiso de desnaturalización. Las quemaduras térmicas accidentales por sí solas se consideran la principal causa de mortalidad y discapacidad, con una cifra estimada de 2 millones de personas afectadas cada año, y la cicatrización de las heridas es esencial para la restauración de la barrera.13,14 El objetivo de la cicatrización de las heridas es facilitar un tiempo breve de reparación con pocos efectos secundarios y reduciendo la incidencia de infecciones, por lo que existe una tendencia creciente al uso de hierbas farmacéuticas.15,16 Las 4 fases de la cicatrización de heridas -hemostasia, inflamación, proliferación y remodelación- están influenciadas cada una de ellas por la migración de tipos específicos de células a la herida; cada fase depende de la aceleración o desaceleración de ciertos componentes en ese proceso, que cuando se fomentan permiten una mejor cicatrización.11,14,17,18

El objetivo principal del tratamiento con agentes tópicos es promover la cicatrización multidimensional de la herida mediante la inhibición de la proliferación de los microbios causantes de la infección.13,15 La inhibición de la proliferación de los microbios puede llevar a algunos a considerar la aplicación de aceites esenciales en los apósitos para heridas.6,8 De los agentes señalados, el aceite de árbol de té de Melaleuca alterifolia se presta como uno de los agentes más eficaces contra la flora cutánea prominente -especialmente las especies estafilocócicas, concretamente el SARM y el S aureus susceptible a la meticilina- cuando se aplica de forma tópica.5,9 Predominante en el tratamiento de heridas crónicas, el aceite de árbol de té tiene la ventaja de poseer propiedades tanto bacteriostáticas como bactericidas, al tiempo que aumenta la diferenciación monocítica y disminuye la inflamación y el tiempo general de cicatrización.5,9 Aunque Shea et al han informado de que el aceite de árbol es el aceite esencial más eficaz en monoterapia para el tratamiento tópico de las heridas, los aceites de geranio y de cítricos también pueden utilizarse como agente combinado con resultados similares.8

Se ha propuesto que la lavanda posee propiedades antimicrobianas, antiinflamatorias e incluso analgésicas similares.6 Sin embargo, las pruebas de sus beneficios propuestos, incluida la curación de heridas y la reducción de cicatrices, siguen siendo en gran medida anecdóticas.6,12

Los estudios han revelado algunos agentes con una proclividad hacia la mejora de la curación de heridas en tejidos profundos derivada de sus ingredientes fitoquímicos. L augustifolia y L nobilis destacan por mejorar la resistencia a la tracción de una herida tras una incisión, lo que puede ser beneficioso para quienes son propensos a una mala cicatrización de las heridas y a la atrofia.6,19

Oral

Los estudios han respaldado el uso de aceites esenciales como terapias orales. Por ejemplo, mientras que un compuesto de especias de origen natural, el componente bioactivo de la cúrcuma se propone que posee propiedades antiinflamatorias, analgésicas y curativas.3 En este momento, sin embargo, la dosis ideal del agente y la vía de administración óptima siguen siendo inciertas.3 Aunque la toxicidad, las reacciones alérgicas y las complicaciones de los agentes tópicos y de vapor siguen siendo bajas, la seguridad de las terapias orales no se puede corroborar de forma fiable. Por lo tanto, no se avala la administración oral de aceites esenciales.9,12

De la edición del 01 de noviembre de 2018 de Clinical Advisor

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