Francisco de Quevedo nació en Madrid en el seno de una familia aristocrática y quedó huérfano muy joven. Estudió humanidades en la Universidad de Alcalá y teología en Valladolid. Aprendió latín, griego, hebreo y varias lenguas modernas y se convirtió en un erudito de los clásicos. Publicó su primer poema a los 25 años. En 1613 acompañó al virrey español, el duque de Osuna, a Italia como consejero diplomático. En 1618, Quevedo se vio involucrado en una conspiración política en Venecia y fue devuelto a Madrid en desgracia y mantenido bajo arresto domiciliario.
Liberado pero sin escarmiento, Quevedo se involucró en agrias controversias literarias y políticas. Sus críticas adversas al gobierno pronto provocaron la desaprobación del Conde-Duque de Olivares, que era el favorito real, y Quevedo fue encarcelado en León desde 1639 hasta 1643. Fue a Villanueva de los Infantes, donde murió dos años más tarde.
El nombre de Quevedo es utilizado como blanco de bromas en todo el mundo de habla hispana. Como siempre llevaba gafas en la nariz, su nombre en plural, quevedos, llegó a significar pince-nez.
En su múltiple variedad, los escritos de Quevedo deslumbran al intelecto. El teólogo Quevedo produjo una quincena de libros sobre temas teológicos y ascéticos, como La cuna y la sepultura (1612) y La providencia de Dios (1641). El crítico y tábano literario Quevedo publicó La culta latiniparla y Aguja de navegar cultos, ambas dirigidas contra el gongorismo, contraparte española del eufuismo.
Quevedo el satírico produjo bufonadas profundamente melancólicas y grotescos disparates cósmicos en Los sueños (1627). Azotó a médicos, sastres, jueces, banqueros genoveses, barberos, aburridos, poetas, dramaturgos y todo tipo de mujeres, salpicándolos de humor escatológico. Sus libros de teoría política son el resultado de muchos años de reflexión y de su propia experiencia política. Dos de los más importantes son La política de Dios (1617-1626) y La vida de Marco Bruto (1632-1644).
Quevedo poeta produjo una enorme cantidad de versos, muchos de ellos extremadamente ingeniosos y sarcásticos, con temas como la angustia metafísica, la brevedad de la belleza, la pérdida del amor, el tiempo inexorable y la muerte. El Quevedo novelista es quizá más conocido por su novela picaresca La vida del buscón (1626), en la que siguió el esquema episódico habitual de la novela picaresca, intercalando el ingenio sardónico. En esta novela buscó entretener, ridiculizar y ridiculizar el fraude y la deshonestidad, pero rara vez moralizó directamente, como hicieron otros novelistas picarescos de su tiempo.