Para los ojos de hoy, es una imagen muy extraña.

En la imagen borrosa en blanco y negro, Douglas Engelbart, de unos 40 años de edad, lleva unos auriculares con cable y habla -principalmente- a la cámara que tiene delante. Sus ojos se desvían hacia el público del auditorio de 2.000 plazas que le rodea, aunque su imagen también se proyecta en una pantalla que todos están viendo.

«Espero que me acompañen en este escenario tan inusual», dice, mirando su rostro en la gran pantalla y sonriendo.

Pero para el inventor tecnológico Douglas Engelbart, nacido un día como hoy en 1925, la presentación dirigida a los «trabajadores intelectuales» que llegó a conocerse como «la madre de todas las demostraciones» fue un momento importante en una carrera que ayudó a definir cómo usamos los ordenadores hoy en día.

Entre otras cosas, Engelbart inventó el ratón de ordenador, que fue patentado con su nombre. Pero sus compañeros dicen que su mayor contribución fue imaginar un futuro de la informática que fuera colaborativo y en el que el poder de los ordenadores mejorara las capacidades de los humanos, escribió Mike Cassidy para The Mercury News en el obituario de Engelbart de 2013.

«Vio claramente el latido detrás de los unos y los ceros de la era digital», escribió Cassidy. «Creía que los ordenadores, que servían principalmente para hacer números y escupir respuestas cuando él empezó a trabajar, tenían la capacidad de potenciar a las personas y mejorar su intelecto de forma que mejoraran sus vidas.»

Esta visión aparece en su presentación, que tuvo lugar en San Francisco en diciembre de 1968. En la gigantesca demostración no sólo mostró un ratón de ordenador con forma de cubo, sino que también describió «la colaboración en línea, la edición de texto en tiempo real y el uso de enlaces de hipertexto, todo ello incorporado a un sistema informático, y todo ello 16 años antes de que se lanzara el primer Macintosh de Apple», escribe Cassidy.

En aquel momento, para su público, la visión era tan alucinante como parece en retrospectiva. Un miembro de esa audiencia le dijo a Cassidy: «Doug estaba alucinando con la tecnología y nosotros en la audiencia también lo estábamos».

En la presentación, Engelbart imaginó y ayudó a dar forma al futuro de los ordenadores y a cómo la humanidad podría beneficiarse de su uso. Fue un momento decisivo en una carrera dedicada a estas cuestiones, escribe Cyrus Farivar para Ars Technica.

En 1962, seis años antes de su innovadora demostración, Engelbart imaginó el futuro en «Augmenting Human Intellect: A Conceptual Framework». En ese documento describía una «máquina de escribir» que se parece mucho a uno de los procesadores de texto actuales, entre otras cosas.

Esta máquina de escribir permitiría utilizar un nuevo proceso de composición de textos. Por ejemplo, los borradores de prueba podrían componerse rápidamente a partir de extractos reordenados de antiguos borradores, junto con nuevas palabras o pasajes que usted deje de teclear. Su primer borrador podría representar un flujo libre de pensamientos en cualquier orden, con la inspección de los pensamientos anteriores estimulando continuamente la introducción de nuevas consideraciones e ideas. Si la maraña de pensamientos representada por el borrador se volviera demasiado compleja, compilarías rápidamente un borrador reordenado. Le resultaría práctico dar cabida a una mayor complejidad en los senderos de pensamiento que podría construir en busca del camino que se adapte a sus necesidades.

Podrá integrar sus nuevas ideas con mayor facilidad, y así aprovechar su creatividad de forma más continua, si puede cambiar de forma rápida y flexible su registro de trabajo.

Sus percepciones dieron forma a las ideas que hay detrás de los ordenadores, pero hay que preguntarse qué habría pensado de, por ejemplo, Doom.

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