La democracia enfrenta hoy profundos desafíos en toda América Latina.

El 16 de febrero, por ejemplo, las elecciones municipales en la República Dominicana se suspendieron debido al fallo de las máquinas electorales en más del 80% de los colegios electorales que las utilizaban. El fallo provocó grandes protestas en todo el país, donde miles de personas salieron a la calle para exigir explicaciones y expresar su descontento con la Junta Central Electoral (JCE), el organismo electoral de la nación caribeña. Esto no sólo ha dejado al país en una profunda crisis política, sino que ha llevado a los ciudadanos a perder la confianza en las instituciones democráticas.

Otro país que enfrenta una crisis democrática en la región es El Salvador. El 9 de febrero, miles de salvadoreños se concentraron frente a la asamblea legislativa del país mientras éste se enfrentaba a su crisis constitucional más importante desde la firma de un acuerdo de paz para poner fin a la guerra civil en 1992. La crisis comenzó cuando el presidente Nayib Bukele convocó a los legisladores del país a una sesión de emergencia para aprobar un préstamo de 109 millones de dólares para la tercera fase de su plan de seguridad, llamado Plan de Control Territorial. Después de que los legisladores rechazaran el plan, el presidente llamó a oficiales militares a la cámara. El presidente de la asamblea calificó la demostración de fuerza como un «intento de golpe» que amenazaba la separación de poderes en el país y desconocía las instituciones democráticas básicas.

El 5 de enero, el régimen autoritario de Nicólas Maduro en Venezuela orquestó lo que los funcionarios de la oposición llamaron un «golpe parlamentario» contra Juan Guaidó, con fuerzas policiales que impidieron al líder de la oposición entrar en la Asamblea Nacional para elegir al presidente del parlamento. Esto expone claramente la estrategia del régimen para desmantelar el último órgano legítimo entre los poderes constitucionales del país.

Por último, ha habido protestas violentas y movimientos sociales en Colombia, Ecuador, Bolivia y Chile.

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Estos ejemplos recientes muestran que la democracia en América Latina se enfrenta a un período crítico, según un informe de IDEA Internacional – «El estado global de la democracia 2019: Abordando los males, reviviendo la promesa» – detalla. El informe examina el estado de la democracia a nivel mundial, observando que si bien la democracia sigue expandiéndose, su calidad se deteriora rápidamente y las amenazas a la democracia aumentan. Muestra que la democracia sigue siendo resistente, con un alto nivel de apoyo ciudadano, al tiempo que subraya que la mayoría de los ataques a la democracia no son externos sino internos.

Nunca en las últimas cuatro décadas el futuro de la democracia ha estado tan amenazado como ahora. En general, los cuatro principales riesgos para la democracia son: la reducción del espacio para la acción cívica, el debilitamiento de los controles democráticos, los altos niveles de desigualdad y los ataques a los derechos humanos. En América Latina, en particular, muchos de estos desafíos son agudos, pero en general el panorama es mixto.

El estado de la democracia en América Latina

La investigación muestra un panorama regional con puntos brillantes y sombras, junto con la diversidad entre los países cuando se trata de la calidad de la democracia.

Mientras que algunas democracias, como Uruguay y Costa Rica, están entre las mejores del mundo, otras -por ejemplo, Brasil- han experimentado una erosión democrática en los últimos años. Haití, Honduras, Guatemala, Paraguay, Bolivia y la República Dominicana, por su parte, presentan diferentes grados de fragilidad democrática. Nicaragua está experimentando un grave retroceso democrático, mientras que Venezuela está sufriendo una ruptura democrática total. Estos dos países, junto con Cuba, son los tres regímenes autoritarios de la región.

Es importante identificar tanto las tendencias positivas de las democracias latinoamericanas como los principales desafíos que enfrentan.

Los aspectos positivos más destacados son:

  1. En los últimos 40 años, América Latina logró los avances más significativos a nivel mundial, convirtiéndose en la tercera región más democrática del mundo, después de América del Norte y Europa.
  2. La gran mayoría de las democracias de la región han mostrado una notable resistencia: Sólo el 27% experimentó alguna interrupción en estos últimos 40 años.
  3. América Latina ha logrado importantes avances en el ámbito electoral -de hecho, las elecciones son aceptadas popularmente como el único medio legítimo para llegar al poder- y la región tiene los niveles de participación electoral más altos del mundo, con una media regional del 67%.
  4. Aunque queda mucho por hacer, es la región con el mayor porcentaje de mujeres parlamentarias del mundo, con una media regional del 27%. Sin embargo, actualmente no hay ninguna presidenta latinoamericana elegida. En Bolivia, que atravesó una crisis política tras la anulación de las elecciones presidenciales, Jeanine Añez ha sido designada presidenta interina del país.

También hay una larga lista de desafíos, entre los que se incluyen:

  1. Cuatro décadas después del inicio de la tercera ola democrática, la región muestra signos de fatiga democrática. Según Latinobarómetro, el apoyo general a la democracia cayó al 48%, el nivel más bajo de los últimos años, mientras que la indiferencia entre un régimen democrático y uno autoritario subió del 16% al 28%. La insatisfacción con la democracia aumentó del 51% al 71% entre 2009 y 2018.
  2. La crisis de la democracia representativa se agrava. La confianza en las legislaturas se sitúa en un mediocre 21%, mientras que la confianza en los partidos políticos se ha desplomado hasta un anémico 13%.
  3. La región sigue teniendo los mayores niveles de desigualdad de ingresos del mundo: De los 26 países más desiguales del mundo, 15 (el 58%) son latinoamericanos.
  4. La región también ocupa el tercer lugar, después de África y Oriente Medio, en cuanto a corrupción; tiene los niveles más altos de delincuencia y violencia del mundo; y, a pesar de las numerosas reformas, la debilidad del Estado de Derecho sigue siendo un talón de Aquiles de la democracia en la región.
  5. Es importante destacar que los índices de aprobación de los gobiernos han ido cayendo de forma significativa y constante en la última década. Al mismo tiempo, existe una mayor percepción ciudadana de que las élites gobiernan para beneficiar a una minoría privilegiada de la sociedad.

Tiempos de sobrecarga en América Latina: ¿Qué se debe hacer?

En el año 2020 se prevén tiempos nublados en América Latina, con condiciones igual o más complejas y volátiles que en 2019. La consultora de riesgo político Eurasia Group nombra el descontento social en la región como uno de los 10 principales riesgos políticos del mundo en 2020. Además, según el mapa de riesgo de inestabilidad para 2020 de The Economist, los países más vulnerables son, además de Venezuela y Haití, Nicaragua, Guatemala, Brasil, Honduras, Chile, México y Paraguay.

Al entrar en el nuevo año y en una nueva década, por lo tanto, América Latina está marcada por «democracias irritadas», caracterizadas por un crecimiento económico anémico, frustración ciudadana, tensiones sociales, descontento con la política y una débil gobernanza. Se teme que 2020 sea otro año difícil para los gobiernos de América Latina.

El descontento social y la inestabilidad continuarán. La clase media, insatisfecha con el statu quo, se siente vulnerable y exige más gasto social a sus gobiernos. Este gasto, a su vez, reduce la capacidad de los gobiernos para aplicar las medidas de ajuste que el Fondo Monetario Internacional y los inversores privados exigen como condición antes de conceder nuevos préstamos y/o inversiones. Además, los ciudadanos han perdido la paciencia, son menos tolerantes con sus gobiernos, son más exigentes con sus propios derechos y están hiperconectados a través de las redes sociales.

Como subraya el informe de IDEA Internacional, debemos «abordar las debilidades de la democracia y revivir su promesa» con una agenda renovada que siente las bases de una democracia de nueva generación. Dicha renovación debe estar dirigida a mejorar la calidad y la resistencia de la democracia, así como a fortalecer sus instituciones. Debe buscar el empoderamiento de los ciudadanos, recuperar el crecimiento económico, repensar el modelo de desarrollo y adoptar un nuevo contrato social. La agenda debe permitir responder no sólo a los problemas actuales -como la pobreza, la desigualdad, la corrupción, la inseguridad y la debilidad del Estado de Derecho- sino también a los nuevos desafíos.

Por último, la actual situación de descontento democrático y convulsión social que vive América Latina requiere ofrecer soluciones democráticas a los problemas de la democracia para evitar una peligrosa escalada de fuerte retórica populista, que podría acabar agravando la compleja situación regional. No basta con tener democracias de calidad y resistentes. También debemos esforzarnos por construir un Estado moderno y estratégico, una mejor gobernanza y un liderazgo político comprometido con los valores democráticos, la transparencia, la conexión con la gente, la empatía y la capacidad de gobernar las complejas sociedades del siglo XXI.

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