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¡Lo tengo!

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No todas las palabras que existen son algo que debes decir. Que esas palabras resuman lo que sientes no significa que tengas que decirlas. A veces tienes que guardártelas para ti. A veces tienes que callar y dejarlas flotar en el fondo de tu mente. A veces no vale la pena decirlas, porque algunas cosas es mejor no decirlas.

Sabes que las palabras afectan mucho a todos. Sabes cómo las palabras dulces pueden arrastrarte a los pies. Sabes cómo las promesas de un político en periodo de campaña pueden convencer a la gente para que le vote. Sabes cómo los consejos cariñosos de tu madre pueden influir en tus decisiones en la vida. Sabes cómo las amargas maldiciones de un amigo te golpean con fuerza cuando te peleas. Las sientes. Puedes sentir cómo esas palabras se dicen en el momento adecuado. Puedes sentir cómo esas palabras son venenos que no deberían lanzarse a cualquiera. Puedes sentir cómo esas palabras te apuñalan directamente al corazón cuando se pronuncian con sinceridad.

Hay cosas que deberían dejarse sin decir. Sí, las palabras pueden ser lo suficientemente poderosas para traer la unidad y la paz en una nación o para traer el caos y el desorden entre la gente. Pero siempre habrá ese algo que puede ser más influyente, más poderoso que las palabras: las acciones. Apoyado en el mantra «Las acciones hablan más fuerte que las palabras», tiene sentido que hacer algo en lugar de prometer puede ser en realidad una mejor jugada.

Las acciones a veces pueden afectar más profundamente que las palabras. Sabes que cuando el funcionario electo se ocupa de las necesidades de la gente, como arreglar el sistema de drenaje, promover la educación de calidad y cosas por el estilo, significa que está dedicado a servir a la gente. Sabes que cuando un amigo escucha tus problemas significa que está dispuesto a apoyarte. Sabes que cuando tu madre te regaña de día a noche cuando le has mentido pero aun así te hace la comida, te recuerda lo que tienes que hacer y te controla todos los días significa que te quiere más de lo que puedes imaginar. Sabes que cuando alguien que te dice que te quiere hace todo lo posible para hacerte feliz significa que te quiere de verdad. Sabes que las acciones pueden afectarte más profundamente de lo que sabes.

Pero ahora, basta de comparaciones. Basta de debatir por qué las palabras apuñalan más profundamente que una espada. Basta de decir que los palos y las piedras pueden romperte los huesos pero las palabras nunca pueden herirte. Basta de comparar la herida y la sangre de una bala con las lágrimas y el dolor de perder a alguien, porque al final no tiene sentido cuando lo piensas. Es como comparar que es mejor usar una cuchara que un tenedor cuando de todas formas usas los dos. Es como comparar que la ropa formal es mejor que la informal cuando hay ciertos casos en los que sólo se debe usar esa ropa. Ambos transmiten significados concretos y abstractos. Ambas pueden afectarte en gran medida. Ambos son parte integral de tu vida porque eres un ser racional.

Algunas cosas es mejor no decirlas, porque a veces, es mejor hacerlas en su lugar. Pero tanto si dices como si haces las cosas, sé siempre consciente de ellas. Sé consciente de lo que hablas o haces. Ten cuidado con la forma en que hablas o actúas. Porque al final, tanto si dices como si haces algo, puede afectarte a ti y a todo lo que te rodea de una manera que puedes imaginar o no.

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