Debido a que el recuento de la población afecta a muchos aspectos de la vida estadounidense, desde la asignación del dinero del gobierno hasta la distribución de los escaños en el Congreso, obtener un recuento exacto de todas las personas es enormemente importante para garantizar que los Estados Unidos funcionen correctamente. Desgraciadamente, los prejuicios que han afectado a la población estadounidense desde la fundación del país han afectado también a las formas de contar la población. En particular, los estadounidenses de raza negra se han enfrentado a lo largo de la historia de EE.UU. a obstáculos derivados de la discriminación explícitamente codificada por la ley. Aunque esta discriminación a menudo adopta la forma de exclusión, uno de los ejemplos más famosos de deshumanización contra los negros es más insidiosamente complejo.
La Cláusula de los Tres Quintos en la Constitución de Estados Unidos
El Compromiso de los Tres Quintos, una cláusula de la Constitución de Estados Unidos que fue ratificada en 1790, funcionaba tanto para codificar legalmente a los negros esclavizados como «parte» de un ser humano, como para convertir simultáneamente a las poblaciones negras en herramientas políticas al servicio de los intereses blancos. Aunque esta ley fue oficialmente derogada con la aprobación de la Decimocuarta Enmienda en 1868, el Compromiso de los Tres Quintos se mantiene hoy como un importante recordatorio de cómo incluso las medidas supuestamente objetivas, como un simple recuento de las personas que viven en un país, pueden ser deformadas por los prejuicios de una cultura dominante.
¿Por qué se creó el Compromiso de los Tres Quintos?
En la Convención Constitucional de 1787, los delegados trataron de construir un marco global para el gobierno tras el fracaso de los Artículos de la Confederación. Los desacuerdos sobre la esclavitud impregnaron la Convención. Muchos delegados se oponían a la esclavitud desde el punto de vista ético, pero admitían que las personas esclavizadas eran «propiedad» de los esclavistas y que los derechos de propiedad de los esclavistas eran sacrosantos.
Estas discusiones se volvieron particularmente tensas cuando se trató de dos funciones gubernamentales fundamentales: los impuestos y la representación. Los estados que no contaban con una gran población de esclavos creían que los esclavizados debían ser considerados como parte de la población de un estado para cuestiones fiscales, pero que los esclavizados no eran ciudadanos y no podían ser incluidos en la asignación de escaños en el gobierno en función de la población. Los delegados de los estados esclavistas, como era de esperar, creían lo contrario: las personas esclavizadas no debían ser gravadas doblemente como personas y como «propiedad», pero constituían parte de la población a la hora de determinar el número de escaños que recibía un estado en la Cámara de Representantes.
Los debates sobre la cuestión del recuento de las poblaciones negras esclavizadas amenazaron con hacer descarrilar toda la Convención y obstaculizar los intentos de crear una forma de gobierno más funcional. Finalmente, los delegados volvieron a un compromiso que James Madison había propuesto al resolver estas mismas cuestiones durante la redacción de los Artículos de la Confederación: una persona negra esclavizada no contaría del todo ni no contaría, sino que se contaría como tres quintos de una persona tanto para cuestiones de impuestos como de representación. Este compromiso se aceptó y se incluyó en el Artículo 1, Sección 2, Cláusula 3 de la Constitución de Estados Unidos.
Las consecuencias legales y políticas a largo plazo del Compromiso de los Tres Quintos
Las implicaciones legales del Compromiso de los Tres Quintos siguen siendo el efecto más notorio de la ley. Aunque la esclavitud fue eludida en otras partes de la Constitución, esta cláusula codificó explícitamente a los negros esclavizados como menos que humanos bajo la ley federal. Por el contrario, las mujeres y los niños blancos, aunque no eran ciudadanos con derecho a voto, seguían contando en la población de un estado para una serie de fines. El Compromiso de los Tres Quintos creó un estatus político único que deshumanizaba a la inmensa mayoría de los negros en Estados Unidos. Este estatus se utilizó como justificación para otras innumerables políticas discriminatorias, en particular Dred Scott contra Sanford, la decisión del Tribunal Supremo que dictaminó que los negros no tenían derecho legal a la ciudadanía estadounidense, independientemente de si eran esclavos o libres.
Las consecuencias políticas del Compromiso de los Tres Quintos son más difíciles de cuantificar, pero los historiadores coinciden en que el compromiso cambió el resultado de algunos acontecimientos. Los legisladores blancos de los estados esclavistas obtuvieron más escaños en la Cámara de Representantes sin tener que abogar por leyes que beneficiaran a los esclavizados, ya que éstos no podían votar y no eran considerados electores. Las elecciones de 1800, en las que Thomas Jefferson se impuso finalmente a John Adams tras un empate inicial, habrían tenido casi con toda seguridad un ganador diferente sin los votos adicionales aportados por el compromiso. Jefferson es sólo el primero de los muchos presidentes esclavistas cuyas elecciones se vieron reforzadas de este modo. Los historiadores también especulan con que la Ley de Traslado de Indios, que se aprobó por muy poco en la Cámara de Representantes, no se habría aprobado sin la distribución de votos del Compromiso de los Tres Quintos. Es imposible imaginar todos los caminos alternativos que podría haber tomado la historia de Estados Unidos sin la ponderación de votos creada por esta única cláusula.
¿Por qué es importante el legado del Compromiso de los Tres Quintos?
El Compromiso de los Tres Quintos es un potente símbolo de las muchas formas en que los negros han sido privados de sus derechos a lo largo de toda la historia de los Estados Unidos; no hay un recordatorio más crudo del racismo antinegro que una ley que estableció que los negros eran legalmente menos que humanos.
Más allá de eso, las lecciones del Compromiso de los Tres Quintos siguen siendo fundamentales, ya que las instituciones continúan contando poblaciones y estableciendo normas sobre quiénes son contados y qué tipo de información se recoge. Los recuentos de la población siguen estando sesgados por un gran número de prejuicios. Las personas encarceladas son desproporcionadamente personas de color y se les niega el derecho al voto en la mayor parte del país, pero se les cuenta para el reparto de los escaños de la legislatura en las comunidades predominantemente blancas que rodean las prisiones. Del mismo modo, las preguntas sobre la ciudadanía en los formularios del censo pueden dar lugar a que los inmigrantes indocumentados se cuenten muy poco, ya que temen una posible deportación.
El recuento de la población sigue siendo una práctica imperfecta, pero enormemente importante. Para crear un futuro más equitativo, es fundamental no sólo crear mecanismos más precisos para evaluar las poblaciones, sino interrogar las formas en que estos recuentos se utilizan políticamente.