Inspirados por las manifestaciones en Túnez y Egipto, los civiles yemeníes comenzaron a manifestarse contra su gobierno a principios de 2011. El objetivo particular de sus manifestaciones era el entonces presidente Ali Abdullah Saleh, que había controlado el país desde 1990. Al principio, las protestas fueron relativamente toleradas. Sin embargo, al cabo de unos meses, la respuesta del gobierno de Saleh a las manifestaciones populares se hizo cada vez más severa, culminando con el asesinato de decenas de manifestantes en marzo de 2011. La violencia empleada para dispersar las protestas contra Saleh provocó la dimisión de numerosos funcionarios del gobierno y miembros del ejército, lo que, unido a las continuas protestas, presionó a Saleh para que firmara un acuerdo de transferencia de poder a finales de 2011. Este acuerdo de transferencia de poder se materializó con la elección popular de Abdrabbuh Hadi como jefe de Estado en 2012. En un principio, estaba previsto que ocupara el cargo durante dos años, durante los cuales dirigiría la redacción de una nueva constitución y prepararía las elecciones presidenciales de 2014.
Sin embargo, antes de que finalizara este proceso de transición, volvió a estallar el conflicto en Yemen. En 2014, el movimiento armado Houthi tomó progresivamente el control de importantes edificios gubernamentales y residencias en la capital yemení de Saná, en protesta por las reformas de los subsidios al combustible y supuestamente en busca de una mayor participación en la nueva constitución. Lo que comenzó como una ocupación acabó convirtiéndose en un golpe de Estado total, y Hadi dimitió de su cargo en 2015. Este golpe desencadenó una guerra civil en Yemen, que a su vez provocó la intervención del gobierno de Arabia Saudí.
A partir de febrero de 2020, los combates continúan en todo Yemen, entre el gobierno Houthi (conocido como el Consejo Político Supremo), los leales a Hadi ayudados por las fuerzas de Arabia Saudí, y los combatientes de Al Qaeda que buscan aprovechar el conflicto para establecer una nueva base. Todo el país está sumido en una crisis humanitaria, con altas tasas de enfermedad, desplazamientos e inseguridad alimentaria. Casi 10 años después de la Revolución de los Jazmines, el futuro político de Yemen sigue siendo muy incierto.