TEMA/PROBJETIVO: Evaluar la utilidad y relevancia clínica de la angiografía con verde de indocianina (ICG) en la investigación de los trastornos coriorretinianos y evaluar específicamente en qué condiciones puede añadir información útil a la obtenida mediante la angiografía con fluoresceína estándar.

Relevancia clínica: En los últimos años han aparecido muchas publicaciones sobre la ICG que promocionan su uso en oftalmología. Estas publicaciones han conducido a un uso creciente de esta técnica y a su aplicación en numerosas enfermedades de la retina en las que se han descrito minuciosamente los hallazgos angiográficos con fluoresceína.

Métodos/literatura revisada: Durante esta revisión sistemática de la literatura, identificamos y revisamos un total de 376 artículos, de entre los cuales seleccionamos 92 que consideramos más relevantes para nuestro propósito de evaluar la evidencia publicada en cuanto a la eficacia de la ICG. Excluimos muchos artículos con diseños de estudio débiles y aquellos que simplemente duplicaban información previamente publicada. Nuestra búsqueda bibliográfica utilizó PubMed y se limitó a los artículos en inglés o que incluían un resumen en inglés.

Resultados: Nuestra revisión sistemática sugiere que la ICG tiene relativamente pocas indicaciones específicas de uso justificadas por estudios previamente publicados y revisados por pares. De acuerdo con los requisitos de los artículos basados en la evidencia de esta Revista, hemos dividido nuestras recomendaciones clínicas para el uso de la ICG en tres categorías: (A) muy recomendada y apoyada por pruebas sólidas; (B) recomendada con pruebas de apoyo moderadamente sólidas; (C) no recomendada por el momento porque sólo se apoya en pruebas anecdóticas o de consenso de grupo. Recomendamos encarecidamente la ICG para (1) la identificación de la vasculopatía coroidea polipoidea, (2) la neovascularización coroidea oculta, (3) la neovascularización asociada a desprendimientos del epitelio pigmentario y (4) las membranas neovasculares coroideas recurrentes. Todas estas son condiciones en las que la ICG contribuye a la identificación de lesiones que pueden ser tratables. Recomendamos la ICG con cierto entusiasmo para identificar los vasos alimentadores en la degeneración macular asociada a la edad, las membranas neovasculares coroideas, la retinopatía serosa central crónica, el síndrome del punto blanco evanescente múltiple, la vasculitis, la epiteliopatía pigmentaria placoide multifocal aguda, el síndrome de Vogt-Koyanagi-Harada, las lesiones maculares asociadas a estrías angioides y la retinopatía birdshot. En todas estas condiciones, la ICG puede ayudar a establecer un diagnóstico y proporcionar alguna orientación útil para la terapia. En la actualidad, no recomendamos la ICG para la escleritis y la escleritis posterior, la diferenciación de drusas, la enfermedad de Behçet o la sarcoidosis, porque no se ha demostrado que añada información clínica útil.

Conclusiones: La ICG, aunque ahora es una técnica bien establecida, tiene una clara ventaja sobre la angiografía con fluoresceína en relativamente pocos trastornos coriorretinianos. Sin embargo, ha contribuido a la comprensión de los procesos patológicos en muchas enfermedades oculares. Hasta el momento, ningún ensayo clínico controlado y aleatorizado publicado muestra algún beneficio del uso de la ICG en el tratamiento de alguna enfermedad ocular específica.

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